El
tiempo pasa sin a veces darnos espacio a reparar lo que hemos vivido,
lo que perdemos, lo que dejamos en el camino, sin pensar que en algún
momento de la vida lo podamos echar en falta.
El
tiempo, caballero destructor de todo lo conocido, con su veloz pero
pausado galopar nos muestras en su gélida pantalla lo que podíamos haber sido, lo que podríamos haber conseguido, lo feliz o triste que
somos por tomar una decisión en un momento determinado.
A
su paso se nos queda tantas preguntas en las burbujas de jabón que
esperamos explote por el miedo a la respuesta y con su estallido
se disipe entres las nubes de algodón que nos creamos de una vida
imaginaria, sin lágrimas, con palabras casi incoherente, con frases de
telenovelas, con amores apasionados que dan la vida en el momento que
su amada se lo pide.
Ese
tiempo que nos hace madurar en sentimientos, en actos, en pensamientos
y a la vez nos convierte en dos segundos en adolescentes atontaos que
no sabe que camino debe tomar para no sentirse un poco mas absurdamente
perdido que siempre, ese tiempo que se nos revuelve al paso de un olor
familiar, unido a un recuerdo de un lugar, una mirada, unas risas, mil
y una cosas que nos aferramos para pensar que el tiempo pasado fue
mejor, mas hermoso, mas limpio…
El
tiempo con sus momentos inolvidables, con sus olvidos provocados, con
sus provocaciones de olvidos, ese tiempo que nos hace gritar con voz
sorda hacia un muro de piedra que tiempo pasado nunca fue mejor, solo
vivido. Vivido sin pensar lo ocurrido, posiblemente por el disfrute del
momento, levantándonos hasta el cielo y dejándonos caer en dos
segundos, sin darnos cuenta que las caídas de la cama duele el golpe
dos minutos tal vez cinco pero la caída de las nubes rompe el alma, ese
alma que a veces esta tan magullada que no encontramos rincón en su
delicada pero firme piel para poner una tirita mas.
Aun
así cada años, celebramos su paso, brindando para que el próximo este a
nuestro la lado las personas que apreciamos, sin importarnos sin ese
paso al futuro llegará o quizás se quede en el camino, en el proyecto
de ser un lienzo a medio pintar, pero desde nuestro interior deseamos
que el próximo año siempre sea mejor o al menos igual, y sacamos la
frase del bolsillo como si de un muletilla de una cantinela se tratase,
virgencita que me quede como estoy.
A
pesar de todo sigo gritando a ese reloj imaginario cada momento de
felicidad, cada momento de tristeza, cada minuto de mi vida que crea,
piense o intuya que pueda aportar algo a esta vida que a
veces es tan maravillosa y otras tan cruel, aunque si me paro a pensar,
como valoriamos los momentos buenos si no hubiera otros peores para
compararlos.
Susana Mejorada López.
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