Por unos instantes no percibo la voz
Que antes suspiraba sosegada mi alma.
Quizás por fin quedó callada, enmudeció,
O tal vez se marchitó, murió tras la batalla.
Y en mis ojos escondidas mil lagrimas
Sin saber cual fue la mejor elección,
Si osar o dejarse ser ante el fiasco osada,
Siguiendo el entusiasmo de una emoción
Que agoniza al roce con la fría madrugada.
Rebusco ese agudo mal, clavado en la espalda
Como si una daga con hoja tan candente cual carbón
Arrasara sin piedad con lo que queda de mi alma.
Que mas da que pasó, transitó o quizás aconteció
Para derrochar, dilapidar sin mas la preciada calma.
Que más da si el ánimo se disipa en la almohada
Y en sus dobleces con esencia de blanco algodón
Triste y hundida ampara, cobija y resguarda
A aquella que soñó con la exaltación del amor.
Y se choco con la facción más amarga
Que consigue mostrar la agria desilusión
De mentiras ocultas, evadidas y apiadadas
Vendiéndolo al más sanguinario postor
Por tres míseras monedas de plata.
1 comentario:
"lo siento, no quise herirte...". Sólo sé que estoy confundido, entre el anhelo del deseo perdido, tan tamprano, tan sometido, tan olvidado... el alma que se retuerce entre pesadillas de orden, sabe que en el fondo de sí misma se haya el secreto, el misterio... y sabe que sólo entrando en su más negra y temida profundidad encontrará la paz... y qué cadáveres deberán quedar en el camino... muertos de sí mismo... muertos de ti misma... solo el placer y el valor tienen sentido en esta saturada existencia... no da más de sí por ahora el tiempo.
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